¡Oh Tíndaris cuanto me holgara en verte con el manto desceñido, la cesta de la vid ante tu pecho altivo y el rayo de sol que tus hombros dorara!
Muero de ambición en esta triste Roma donde sólo el cielo es de laurel corona. Evoco la mansa Luna en el firmamento y el gemido de tu amor en el postrer momento
En el prado ameno junto a la fuente umbrosa disfruté de tu cuerpo en lascivo abandono. Mas ahora me aparta de tí piélago ominoso. ¡Oh inmenso mar que agranda mi zozobra!
CLODIA
Por contemplar una vez mas tu busto nacarado Clodia hermosa, trocárame en piedra carcomida en el frontón de un templo olvidado.
Y desde allí quizá mirara la estatua de alguna venus rota cuya formas trajeran a mi mente la memoria de tu cuerpo amado.